La ministra de Cultura, Angeles González Sinde, que está consiguiendo un récord en eso de montar follones con tan sólo ocho meses en el cargo, ponía ayer en pie de guerra a los internautas españoles. Tras sus espectaculares actuaciones en el tema de las ayudas al cine, paralizado en Bruselas, y a la música, Sinde se ha empeñado entregar la Red a la SGAE y está dispuesta a bloquear páginas web si así lo piden los autores.
Todo empezó porque el flamante anteproyecto de Ley de Economía Sostenible con el que el Gobierno Zapatero pretende transformar nuestro modelo económico de forma que, como diría Alfonso Guerra, no lo conozca “ni la madre que lo parió”, faculta a una Comisión de Propiedad Intelectual para bloquear páginas web a petición de la SGAE y otras sociedades de gestión.
La respuesta social ha sido de tal calibre que por la tarde Zapatero aseguraba que no se cerraría ninguna web, aunque tampoco aclaró como se iban a proteger los derechos de propiedad intelectual sin vulnerar al mismo tiempo, como sucede con el anteproyecto, los de defensa de la privacidad, libertad de expresión, derecho al acceso a la cultura o derecho a la tutela judicial, porque en el fondo, el problema se resume en que hasta ahora el cierre de una web sólo podía ser ordenado por un juez y si el anteproyecto de Sinde sale adelante será el dedo acusador de la SGAE quien señale y un órgano administrativo el que ejecute el cierre.
Con esta declaración el presidente del Gobierno vuelve a hacer de bombero de los fuegos que con tanto ahínco enciende su ministra de Cultura, pero eso sí, la deja absolutamente achicharrada. ¿En que posición queda una ministra que defiende con uñas y dientes una postura para que al rato salga su jefe a la palestra y la desautorice diciendo lo contrario? ¿No sería más lógico que dimitiese ella y quien redactó el texto que se intentó meter de rondón como apéndice en la Ley de Economía Sostenible?
Pero, por supuesto, Zapatero también debería hacer examen de conciencia. El anterior ministro de Cultura, César Antonio Molina, era un hombre bragado en la defensa de nuestra Cultura que llegó al cargo dispuesto a limpiar el polvo de los rincones con su Código de Buenas Prácticas y que, entre otras cosas, nunca se doblegó al poder del llamado lobby del cine. Cuando hace ocho meses el presidente del Gobierno le destituyó corrió por los mentideros políticos el rumor de que fue el propio lobby del cine el que presionó a Moncloa para que le quitase del cargo y pusiese a uno de los suyos, González Sinde, al frente de la Cultura española. De aquellos polvos estos lodos... y esta ministra.