15 de marzo de 2011

Siempre quise tener un perro de policía.


Llega un paisano al bar del pueblo y deja atada su perra a un árbol. Al instante, una jauría de perros se arremolina a su alrededor tratando de conquistarla. En medio de un concierto de ladridos, gruñidos, mordiscos y aullidos, un policía entra al bar y pregunta por el dueño de la perra.

El paisano, que se estaba tomando un vaso grande de ginebra, levanta la mano y dice "yo". -Su perra está alzada, le dice el policía.
-No puede ser: yo la dejé en el suelo, responde el paisano.
-Quiero decir que está en celo, insiste el cana.
-No puede ser. Yo jamás le di motivos. Ni miro a otras perras, contesta el gaucho sediento.
-Digo que está caliente, ¿me entiende?
-No, no lo entiendo: me cercioré de dejarla a la sombra. Desesperado,
el policía exclama:
-Óigame, su perra quiere tener relaciones sexuales.
El paisano le responde:
-Métale. Siempre quise tener un perro de policía.