Un hombre mayor, Asturianu, que vivía en Gijon, fue a la iglesia local a confesarse.
Cuando el sacerdote abrió el tablero del confesionario, el hombre dijo:
- Padre… Durante la Guerra Civil, una mujer bonita golpeó a mi puerta y me pidió que la escondiera del enemigo.
Así que yo la escondí en mi altillo. - ¡Esa fue una cosa maravillosa que has hecho, hijo -contestó el sacerdote-
No tienes la necesidad de confesar eso.
- No Padre, es que ella empezó a agradecerme con ‘favores sexuales’.
Bueno … Estando en gran peligro y bajo
esas circunstancias, dos personas pueden ser muy tentadas a actuar así.
Pero si lo sientes verdaderamente, estás perdonado de hecho.
- Gracias, Padre. Ésa es una gran carga
que le saca a mi alma.
Pero tengo una duda más.
- ¿Y cuál es, hijo?
- ¿Cree Ud. que debería decirle que la
guerra ha terminado?
Cuando el sacerdote abrió el tablero del confesionario, el hombre dijo:
- Padre… Durante la Guerra Civil, una mujer bonita golpeó a mi puerta y me pidió que la escondiera del enemigo.
Así que yo la escondí en mi altillo. - ¡Esa fue una cosa maravillosa que has hecho, hijo -contestó el sacerdote-
No tienes la necesidad de confesar eso.
- No Padre, es que ella empezó a agradecerme con ‘favores sexuales’.
Bueno … Estando en gran peligro y bajo
esas circunstancias, dos personas pueden ser muy tentadas a actuar así.
Pero si lo sientes verdaderamente, estás perdonado de hecho.
- Gracias, Padre. Ésa es una gran carga
que le saca a mi alma.
Pero tengo una duda más.
- ¿Y cuál es, hijo?
- ¿Cree Ud. que debería decirle que la
guerra ha terminado?